miércoles, 24 de abril de 2013

EL ASESINO




Nervioso. Más que nervioso estoy ansioso. Hace ya  tres horas me presente para dar mi examen de admisión y no estoy seguro si logre alcanzar todos los puntos para ingresar, si tan solo pudiera contárselo a alguien; pienso en mi hermana con la que siempre he tenido una buena relación y me niego a hacerlo.

Por la constante ausencia de nuestros padres siempre he cuidado de ella y no quiero que sea al revés. Con mis amigos no puedo contar pues estaban de viaje en el extranjero, así que con algo de fastidio decidí llamar a Juan, un compañero de colegio que siempre estaba detrás de mi grupo buscando que lo  integremos y  que en muchas ocasiones ignorábamos porque era demasiado idiota.

A penas llego empezamos a tomar, mientras escuchábamos música y mirábamos algunos programas de televisión. Mis preocupaciones menguaron con cada botella que bebía, luego pasamos a los cigarrillos hasta que Juan saco un paquetito de marihuana. Por lo borracho  que estaba me costaba enfocar bien, pero apenas vi el paquete le exigí que lo guardara, el me miró contrariado porque en ocasiones anteriores si había aceptado sus drogas; pero hoy no, no  era el momento ni el lugar. Estaba en mi casa y mi hermana estaba en la otra habitación.

-Aquí no idiota, si vas a hacer eso hazlo en el baño-, le espeté.

-¿Seguro? Es una nueva cosecha me la acaban de enviar-, dijo mirándome. Negué con la cabeza. Mi decisión estaba tomada y por más borracho que estuviera no iba a cambiarla.
Le  señale la ubicación de mi baño y él se dirigió ahí. Estaba muy cansado y todo me daba vueltas, me recosté en el sillón  tratando de controlar mis nauseas y pensando por qué se me ocurrió la tonta idea de tomar.

Pasaron los  minutos y Juan no salía, pensé que tal vez por la borrachera se habría quedado dormido en un rincón del baño. Con esa idea en la cabeza me dirigí al baño y le toque la puerta; iba a tocar por segunda vez cuando la puerta se abrió de manera intempestiva y Juan salió de manera brusca.
Vi su rostro descompuesto en una máscara de rabia y sus pupilas dilatadas que se asemejaban a dos grandes ciruelas. Retrocedí de manera instintiva, chocando con la mesa de la sala.
Juan comenzó a soltar improperios, a decir que todo era  mi culpa y  que él no quería hacerlo.
-¿Hacer qué?-susurre.

Lo último que vi antes de caer inconsciente fue el martillo que tenía en la mano y que estrelló  contra mi cabeza sin más preámbulos.

Lo primero que noto al recobrar el conocimiento es el fuerte dolor de cabeza que me aqueja. Estoy en el suelo, con la camiseta manchada con mi propia sangre y viéndolo todo borroso. No se cuantas horas han pasado y  me cuesta mucho recordar que pasó. Me levanto con dificultad y sufro un fuerte mareo, pensando que estoy apunto de desmayarme me sujeto del mueble más cercano y apoyándome  en él hasta que me calmo.
Camino un par de pasos y me apoyo en la pared. Debo de ver a mi hermana, asegurarme de que esta bien, son los pensamientos que cruzan por mi cabeza; así que, lentamente avanzo por el pasillo procurando no caerme. 

Todavía veo todo un poco borroso, aunque logro distinguir algunas formas, como la puerta semi abierta al final del  mismo, la cual abro.

Prendo el interruptor con la mano algo temblorosa y divisa una forma en el suelo....Con el corazón en la garganta, siento que las piernas me fallan y caigo al suelo.  Luchando con el  nudo que crece en mi garganta y las lágrimas que amenazan con caer tomo aire para armarme de valor y tocar  el cuerpo. Al hacerlo  mis manos se humedecen; temblando las acerco a mi rostro para distinguir con que se habían mojado y me quedo sin aliento.
Suelto un grito desgarrador desde lo más profundo de mis ser al constatar de que se trataría de sangre, distingo el color claro de los pocos cabellos que no están manchados y compruebo que se trata de mi hermana. 
Como un muerto en vida cojo mi celular y llamo a la policía, les digo lo que paso, sin mostrar sentimiento alguno. Me quedo, arrodillado en el lugar hasta que los efectivos y la ambulancia llegan, me piden que los deje curar mis heridas pero yo no doy signos de haberlos oído. Hablan entre ellos sobre que al parecer sufro de un estado de catatonía. No se a lo que se refieren y tampoco me importa. Con la vista recuperada ya puedo distinguir completamente el cuerpo de mi hermanita y no quiero dejar de mirarla. Es mi culpa que este así. Mi culpa, solo mía…

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