La Luna brillaba con un matiz rojizo sobre la bóveda sin estrellas de Iquitos. Las aves no emitían sonido alguno y la suave brisa del viento erizaba los vellos y producía escalofríos entre los pocos pobladores que todavía estaban en las calles, esa madrugada de abril.
Acabamos
de terminar el ciclo, así que decidimos que es anoche nos divertiríamos como
nunca. Bailamos hasta altas horas de la noche y muchos aprovecharon para
emborracharse. Solo Sofía, Luca y yo no lo hicimos; nosotros queríamos
recordar esa noche como lo que era, algo asombroso
y no un recuerdo borroso de una
noche de borrachera.
Terminada
la fiesta salimos del establecimiento, mientras charlamos sobre las
cosas que pasaron, como la repentina desaparición de Gustavo, el presidente de
clase, y Julia la chica con la que también nos regresaríamos. La llamamos a
celular y no contestaba, así que supusimos que Gustavo seguía con ella y que la
llevaría a su casa.
En el trayecto tomamos un sendero que estaba
detrás de la discoteca, el ambiente estaba muy tenso y un frío extraño calaba
nuestros huesos. Tratamos de continuar con la conversación, pero era en vano el ambiente era muy pesado y
los escalofríos se hacían más recurrentes.
- Hace
demasiado frio-, susurró Sofía.
De
repensé escuche un pequeño ruido que provenía de unos arbustos a algunos metros
del sendero.
- Shhhh…acabo
de escuchar algo.- les dije.
Nos
acercamos a los arbustos y logramos divisar
a la lejanía dos cuerpos acurrucados en el suelo, supuse que era una
pareja de enamorados besándose o algo por el estilo así que para darles un poco
de privacidad sujete a mis amigos y
estuve apunto de llevarlos de vuelta pon el sendero cuando los reconocí a los calenturientos.
Eran Gustavo y Julia.
- Son,
son..- tartamudeó Sofía. Iba a confirmar su suposición cuando Luca me sujeto el
hombro con fuerza.
Levante
la mirada para preguntarle que le pasaba, porqué actuaba así, pero mi voz no salió cuando vi que ambos
tenían sus rostros pálidos, cual muertos y miraban con ojos
desorbitados las copas de los arboles
cercanos a la pareja.
Seguí su
mirada y divise con gran horror a un
grupo de seres azulados con pequeños cuernos y
cola delgada, que saltaban de rama en rama, acercándose a los
despreocupados jóvenes.
Tenían
ojos brillantes brillan y su boca estaba llena de grandes dientes puntiagudos,
su piel era algo pellejuda y producían un sonido parecido a un gorgogeo
que se escuchaba por todo el lugar.
Los
únicos que parecían no escucharlos eran
Gustava y Luca, tan absortos el
uno en el otro. Quise gritarles, advertirles de esas cosas, pero Luca me
sujeto por detrás y cubrió mi boca con su mano, lo empuje y mordí
tratando de deshacerme de su agarre pero esto no lo amilanó y me sujeto con más
fuerza.
De
repente el gorgogeo cesó y al instante
las cosas saltaron sobre la pareja, todo ocurrió muy deprisa. Gustavo y Julia
gritaban y pateaban tratando de zafarse
y huir, pero sus pobres intentos fueron
inútiles, más de esos seres se abalanzaba sobre ellos, cubriendo por completo sus cuerpos. Los
gritos se convirtieron en gemidos agónicos hasta que al final solo quedo un
asfixiante silencio.
Casi en trance vi como las cosas se gruñían y mordían entre si para obtener un trozo de
carne de quienes fueron un día mis amigos. La luz de la luna sangrienta hacía
que su piel tuviera un tono morado y que la sangre de sus presas en su piel resaltara como llamas
incandescentes.
De un
momento a otro sentí que me llamaban a lo lejos. Parpadee para despejarme y me
percate que estábamos en la puerta de mi casa,
al parecer me había desmayado. Luca sujetaba mi rostro con sus
manos tratando de llamar mi atención.
- - ¡Camila!.
Dios, pensé que no despertarías nunca - Me abrazo con fuerza, como queriendo
asegurarse de que estaba ahí con él. Yo no lo detuve también necesitaba de su
cercanía, de su fuerza.
-
- Luca,
¿Qué eran esas cosas?- susurre contra su pecho.
Se tenso
a penas termine de hablar, pasaron los
segundos y no decía nada, yo no quise presionarlo. El silenció solo era interrumpido por el
constante castañear de mis dientes, por más que trataba de evitarlo no podía, la respuesta biológica de mi cuerpo
era el recordatorio de que lo que presencie fue verdad y
no simples imaginaciones mías. Los minutos pasaron y cuando me hice a la
idea de que no me respondería hablo.
-
- Muchas
personas creen que cuando hablan de diablos azules, es para aludir que alguien
esta pasado de copas y hace alguna ridiculez, pero no se dan cuenta que
dicha conocida frase vino de un lugar.
Un lugar en el que solo mencionar a esas cosas provocan que personas que
tuvieron la desgracia de verlos y
sobrevivir, recuerden cada sonido, cada grito, cada llanto y sobre todo
ese gorgojeo que nunca olvidaré-
Continuamos
abrazados hasta que el castañeo de mis dientes cesó. Me contó que su abuelo los
había visto en su juventud y él en un principio no le había creído, pero
con el tiempo lo hizo al presenciar que con cada noche su abuelo actuaba extraño y siempre que escuchaba un
sonido parecido a un gorgogeo entraba en un estado de terror tal que tenían que
tratarlo.
Cerré lo ojos tratando de borrar de mi memoria esos recuerdos, pero sabía que siempre me perseguirían y que nunca sería la misma.